lunes, 3 de febrero de 2014

“Todos podemos equivocarnos”: ¿Realmente podemos?

No estaba en mi interés escribir una columna de estas características, pero viendo las constantes reacciones de la sociedad a diversas decisiones de los tribunales de justicia, me entrometo aportando una humilde reflexión.

Desde que somos muy pequeños, entre las muchas frases que nos dicen nuestros padres, abuelos y otros mayores están: “todos tenemos derecho a una segunda oportunidad” y “todos podemos equivocarnos”. De esta forma, los adultos buscaban en los niños que no tuvieran miedo a equivocarse, y que en caso de actuar de mala forma, siempre supieran, que existiría la forma de remediarlo y poder tomar una conducta apropiada. Aunque no lo crean, se fomentaba la reinserción del menor en el medio familiar. 

Los mismos expertos en psicología señalan que no es bueno apuntar al menor ni estigmatizarlo por sus conductas cuando niño, ya que éste podría quedarse con esa imagen y seguir una conducta errónea, tesis seguida y reafirmada por la teoría crimonológica del etiquetamiento.

La pregunta es: Si los niños tienen derecho a equivocarse y todos podemos equivocarnos, incluso, nosotros mismos lo fomentamos ¿Por qué nos cerramos a la teoría de la reinserción, de la rehabilitación del ser humano?

Es cierto, los delincuentes encerrados y condenados, no solo no son niños (la mayoría mayores de edad, y si no mayores de 16 años, con una madurez mayoritariamente desarrollada), sino que además el “error” que cometen no es el equivalente al de un niño. No son comparables con un homicidio, violaciones o robos. 

Pero la intención de esta reflexión dice relación con que en un país con tanta desigualdad, donde los niveles educacionales son tan dispares; no podemos exigirles a cada uno de nuestros compatriotas que actúen de la forma que un ciudadano con educación y conocimiento lo haría. Es así, como se explica que exista una humanización y comprensión por parte de la justicia, a aquellas culturas que tienen concepciones diferentes o actitudes distintas a la nuestra en algunos aspectos. Pero esta humanización y comprensión no se queda solo en un tratamiento ad hoc a las circunstancias particulares de la comisión de un delito de forma de tomar la mejor y más adecuada decisión conforme a derecho; sino que además, se refleja en el principio de la reinserción y la rehabilitación, sustentado por la teoría especial positiva. 

Es importante como sociedad que entendamos que al condenar a una persona a cumplir una pena, no se busca su muerte natural ni civil; sino que se busca una rehabilitación adecuada que permita recuperar a la persona que ha cometido un delito, y que salga a la sociedad a hacer un bien y contribuir a la paz social. 

Como empezaba esta reflexión, todos podemos equivocarnos, y creo que a todos nos gustaría que nos dieran una segunda oportunidad para demostrar que aprendimos de nuestros errores y que ahora, con conocimiento, educación y oportunidades; podemos ser mejores y contribuir a la sociedad.

La gran misión que tiene hoy el poder legislativo y el poder judicial, dice relación con acercar y educar a ciudadanía en los principios y finalidades que se buscan con cada pena, y cuáles son las intenciones de los beneficios y medios alternativos de cumplimiento de éstas. Tras esto, la reflexión que queda es ¿Quién tiene que ceder? Los legisladores y los expertos en derecho penal, socializando y flexibilizando la doctrina y los principios garantistas; o la sociedad, entendiendo que si bien pudieren parecer ilógicas y frías, las penas asignadas a los delitos; éstas buscan acercarse a los estándar internacionales de garantismo y reinserción del hombre.

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