sábado, 24 de julio de 2010

La estrecha y abismante distancia entre resentimiento y justicia


Durante la semana, entre los muchos temas interesantes de debatir que se suscitaron, se generó lo relativo a la “genial” idea de la Iglesia Católica, quienes elaboraron una lista, proyecto; en el cuál se entregaban ciertas características de personas que podrían ser “INDULTADAS” con motivo a la celebración del bicentenario de nuestra junta de gobierno (es bueno aclarar, ya que no falta el ignorante que señala que celebramos nuestra independencia).
Junto a esto, no paso ni un día, para que el oportunismo política del que gozan nuestros honorables parlamentarios se hiciera presente; esta vez de manos de un extremo conservador que al parecer quiere ganar votos de la extrema derecha para las elecciones, don “Felipe Kast”.
El diputado de la UDI, no estimo nada más conveniente (justo a pocos días de sentenciarse la total responsabilidad de militares en la muerte del gral Prats., dando origen a un fallo histórico) que señalar que “el beneficio que propondrá la Iglesia Católica se debiera extender a violadores a los derechos humanos”, argumentándolo en que: "Muchos de los condenados tienen una edad avanzada, están enfermos y han pagado sus faltas con años de cárcel. Lo mismo ha pasado con terroristas detenidos”; agregando que el indulto es un gesto que “nos enaltece, nos hace mejores personas, le hace bien a la sociedad”

De este extracto es bueno recordar y hacer ver lo estrecha, pero el abismante fondo que hay entre resentimiento y justicia, o el determinante valor que se le otorga al perdón.

Nuestra sociedad tiene la mala concepción de que el perdón lo sana todo, que quien perdona es una gran persona y se merece el cielo, y quien no, merece el infierno. De esta forma la sociedad impone de forma tácita el perdonar, ocasionando que muchos quieran evadirlo, acudiendo a “Dios” como: “no soy yo quien debe perdonar, es dios”… ¿A dios le hicieron el mal? ¿Fue dios la víctima, es él quien interpuso la acción judicial?
Pero lo que más hace interesante de cierta forma, esta concepción, es el hecho que el responsable, el imputado, el agresor; adquiere la figura de oveja blanca que solo quiere perdón, olvidando que todo este trámite, dolor y posible gesto tiene UN solo ORIGEN: la agresión o delito cometido.

¿Por qué criticar o maldecir a quien no quiere perdonar? ¿El perdón enaltece, pero no hacerlo y surgir adelante sin su ser querido y no cayendo en la venganza y en la agresión, no lo es?

La sociedad le atribuye un peso a la víctima, pero ¿Qué peso recae sobre el victimario? Es cierto que recae una supuesta pena y el señalamiento de la sociedad, pero ¿Y si es un avanzado de edad? ¿Hay que tener piedad con los ancianos, cuando éstos no la tuvieron? ¿Puede la edad estar por sobre la gravedad, intención y condena del delito? ¿Es lo anterior resentimiento u odio, cuando solo se exige que cumplan una pena dictada en virtud de un acto realizado libremente por estas personas?

Creo que el señor Kast, más que preocuparse de ser oportunista y querer dar perdón a gente que no tuvo piedad en cometer delitos contra la esencia del ser humano; debe preocuparse de crear normas que nos otorguen una mejor calidad de vida, y dejar que quiénes atentaron contra el ser humano, cumplan su condena a cabalidad.

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