domingo, 21 de marzo de 2010

Turismo y Explotación en Zonas propias de Patrimonios Naturales: ¿Hasta dónde llega el límite entre Conocimiento, Afán de Riqueza y Respeto?


Durante el pasado verano y a propósito de las constantes limitaciones que existen hacia el cuidado, la protección y la prohibición de tocar ciertos objetos de la turística zona de Isla de Pascua de nuestro país, empecé a pensar y reflexionar acerca del límite entre el afán de conocimiento o curiosidad y el respeto a tales monumentos. Esto, ya que a pesar de la existencia de letreros que se repartían por doquier a lo largo y ancho de la isla y frente a monumentos de gran importancia para los lugareños y que apelaban a evitar el contacto, daño u otra acción que pueda alterar o afectar el monumento o ambiente que lo rodea; no faltaba el turista (extranjero y también nacional) que por creerse importante, superior, rebelde, sabiondo u otro, no hacía otra cosa que hacer caso omiso a las peticiones dadas; aumentando de esta forma la cierta idea de rechazo, prejuicio, odio que puedan tener (entendible, ya que si yo fuera un lugareño no me gustaría que vengan terceros a dañar mi patrimonio y a sacarse fotitos para lucirse durante el año con sus amigos) las personas de la zona hacia con los turistas.

Es por todo esto que me pregunto ¿Dónde está el límite? ¿Cómo diferenciar la intención de culturizarse y conocer, de la actitud irrespetuosa de querer tener una mejor foto, pasando por encima de la integridad del patrimonio en cuestión? Si bien ya sabemos y se ha demostrado que nuestro país no tiene una legislación adecuada sobre la protección y cuidado de los patrimonios, no es menos cierto que nosotros debemos, como personas y seres humanos pensantes, tener la capacidad de diferenciarlas y usar un mínimo porcentaje racional que nos permita captar hasta dónde debemos llegar.
Esto, debido a que es inaceptable la actitud de niño chico que poseen muchos turistas al llegar a lugares de inmenso atractivo turístico, cultural, patrimonial. Se entiende el hecho de que toda persona quiere disfrutar y gozar de sus vacaciones, descanso, clima, ambiente; pero también es cierto que cuando uno se convierte en turista, y por ende, ajeno al lugar que visita, debe guardar un mínimo de compostura y ser capaz de equilibrar las ansias de conocer y sacarse fotos con el respeto y la distancia hacia ciertos monumentos.

Lamentablemente; dentro de la idiosincrasia (no solo nuestra, sino que de muchos extranjeros también) se encuentra el hecho de que se mal entiende el concepto de turistear, ya que toda persona que sale de vacaciones y viaja fuera de la ciudad; debe (como si fuera requisito) volver con fotos demostrando que estuvo allí. He aquí donde aparecen las típicas imágenes: como la eterna sonrisa al lado de una roca, la predecible foto del individuo simulando un paso de baile típico del lugar (en caso de ser un lugar de fiesta y baile), y como olvidar la del inconsciente que por dárselas de figurín o por subir su baja autoestima (apela a que le digan “que buena foto, como lo hiciste”), altera e infringe las normas determinadas por la zona (causando daño, erosión y otros) para la mantención de las buenas condiciones del patrimonio, impidiendo de esta forma que el monumento, patrimonio en sí, pueda estar en condiciones y pueda mantener su atractivo durante los próximos años, evitando mantener la imagen de éstos a lo largo de los años.

Pero esto no solo ocurre en el ámbito personal del individuo, sino que esto mismo lo podemos extender a la falta de profesionalidad y a la excesiva ansia de riqueza que ciegan a las empresas que juegan con nuestro patrimonio. Es así como tenemos constantes violaciones al medio ambiente a través de la tala indiscriminada de bosques en el sur, y en el norte destaca la “gracia” que se mandó la empresa “geotérmica del norte” con los géiseres del Tatio, mientras hacía estudios para ver la posibilidad de que los géiseres fueran fuente de energía geotérmica. ¿Respondieron estas empresas? ¿Legalmente, responden de una forma distinta a la típica multa? Creo que más que multas insignificantes para los ingresos totales de las empresas, éstas deberían pagar con penas de cárcel, ya que el daño que realizan a nuestro patrimonio es irreparable. ¿O me van a decir que nuestros monumentos y las grandes plataformas naturales que poseemos no merecen que al violentarlas se llegue a la cárcel?

Lo anterior; hace que sea difícil el mantener un respeto y así mismo pedir un respeto a nuestros variados y diversos patrimonios; ya que como idiosincrasia fomentamos la delincuencia, la violación a las reglas, y premiamos al que evade de forma olímpica las responsabilidades; más aun cuando no contamos con una legislación que sea dura en este aspecto. ¿O no se acuerdan que a unos graffiteros CHILENOS los detuvieron y tuvieron que pagar con cárcel por rayar un muro patrimonial del Perú, mientras que en Chile un extranjero quemó un bosque, y otro se llevo parte de la oreja de un Moai, sin mayores sanciones que una mísera multa incomparable con el daño patrimonial?
Condenemos a los irresponsables e inconscientes (sean individuos o empresas) y crezcamos en cultura material e intelectual.

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