martes, 19 de enero de 2010

El Aborto: ¿Quién decide: la madre, el Estado o la Iglesia?


Al aborto se le puede entender como “la interrupción dolosa del proceso fisiológico del embarazo causando la muerte del producto de la concepción o feto dentro o fuera del claustro materno, viable o no.”

Para un mayor conocimiento sobre éste método de interrupción al embarazo, encontramos diversos tipos y formas de aborto; entre los que podemos encontrar:

a. La succión o aspiración: realizable durante el primer trimestre; se introduce un tubo flexible conectado a una bomba de vacío denominado cánula para extraer el contenido uterino.

b. Dilatación y evacuación: durante la primera parte del segundo trimestre; interrupción del embarazo se puede realizar por una técnica espacial de legrado-aspiración combinada a veces con fórceps

c. Los abortos tardíos se realizan mediante histerotomía: consiste en una intervención quirúrgica mayor, similar a la cesárea, pero realizada a través de una incisión de menor tamaño en la parte baja del abdomen.

d. Existencia de píldora “RU-486”: píldora que boquea la hormona progesterona (eficaz en los primeros 50 días de gestación)

Como se puede concluir, nos encontramos con diversos tipos de abortos, los que se clasifican dependiendo del período del embarazo. Además podemos observar lo macabro, frío y criminal de ciertos métodos para llevar a cabo tal actividad. Esto nos lleva a hacer una separación necesaria dentro de los tipos de aborto ¿Por qué? Porque aunque a los conservadores pro-vida no les guste, hay ciertas clases de abortos que pueden ser entendidos, comprendidos, y por ende; aceptados en un posterior proyecto de ley.

En su lado más conservador, un posible proyecto de ley, sería inaceptable, ya que apelando a los típicos fundamentos esgrimidos; vemos su defensa férrea a la vida de un “ser vivo”, u objeto para ciertos derechos nacionales. Por ejemplo: en nuestro país, Chile, la existencia legal de la persona se genera desde el momento de nacer, separándose completamente de la madre, hasta que se muere; según el art. 74 del código civil Chileno.

Esto nos indica que legalmente se “vive” desde que se nace hasta que se muere, no antes; sin embargo, la Constitución Política de Chile señala en su art. 19 N° 1 inc. 2°: “la ley protege la vida del que está por nacer”. Esta disposición constitucional, legalmente, impediría una ley común que establezca el aborto.

Si bien la ley y el sentido común de todos nosotros nos dice que no podemos quitarle la vida a un ser que ha adquirido una vida natural (no legal); no podemos hacer oídos sordos a las problemáticas que sufren las personas que padecen de ésta problemática… las propias mujeres, potenciales de ser mamá.

Siguiendo la misma postura; la Iglesia por su parte, se afirma en su posición conservadora, basada en uno de los mandamientos “no matar”, ya que para éstos, el feto o “ente” que se encuentra al interior de la madre, es un ser vivo que posee autonomía con respecto de la madre, debiéndosele respetar como persona autónoma, y no otorgándole la decisión sobre su vida, a la madre.

Sin perjuicio de lo anterior; no podemos hacernos los indiferentes a lo doloroso que es para una mujer el estar embarazada producto de una violación, o el llevar un embarazo con problemas; el que puede dificultar la vida de la madre, y por consiguiente, la vida del propio neonato. En este mismo sentido, debemos entender que nuestro deber como sociedad es otorgar las herramientas a las mujeres; no para que jueguen libremente con el sexo, sino que para su protección y para que puedan reparar errores causados por situaciones no deliberantes, como las violaciones; ya que no podemos responsabilizar a una mujer, niña, adolescente de un acto horrendo que debiera tener todo el repudio de la sociedad, y que en caso que la mujer se dé cuenta tarde y no pueda llegar a pedir la pastilla del día después; no contaría con el apoyo de nadie, ya que debería someterse a lo que lleva dentro. En síntesis, el estado, y una parte importante de la sociedad, por su postura férrea, se puede concluir que señalan: “la violación es mala, pero si se quedo embarazada, mala suerte nomás”… esa no puede ser la actitud en un país que se dice llamar solidario.

En lo personal, debo decir que la postura sobre el aborto es bastante compleja por lo que significa tomar la decisión de terminar con la vida de “algo” que en ciertos instantes podría llegar a respirar y adquirir forma; si bien estoy en contra de los abortos que involucran una eliminación de un ser con una vida y con una estructura fisiológica ya formada; pienso por otro lado, que no podemos ser tan obtusos a la idea de legislar sobre el tema, más aún cuando el aborto temprano (dentro de un tiempo en el que se permita un aborto sin causar mayores daños a la madre), podría ser de gran ayuda a las madres que deben asumir un hijo creado y conforme a delito y no a amor, y en otro sentido, para aclarar una postura fija sobre quién prevalece y a quien se privilegia entre la madre y el neonato ante complicaciones médicas que impliquen un riesgo vital hacia la madre.

Si bien, yo no permitiría un aborto, ya que creo que una vez que se crea la criatura no se le puede destruir, si creo que se debe legalizar para casos extremos como los que planteo previamente: violaciones, y riesgo de la madre; dejando para una mayor discusión el tema de permitir que se aplique aborto a neonatos que estén enmarcados dentro de un contexto de tiempo y que salgan con mal formaciones.

Como dije en su momento en mi anterior columna de opinión sobre la eutanasia, la idea no es que se proliferen los abortos y las relaciones sexuales irresponsables; sino que se le otorgue a la madre una herramienta a la que pueda acudir en casos extremos, como los ya mencionados.
Dejemos la ética y la religión de lado, y discutamos de forma racional y médica -en este caso- éste tema que es tan importante para muchas mujeres, tanto jóvenes como adultas.

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