sábado, 2 de enero de 2010

Masiva llegada de inmigrantes a nuestro país: ¿Solidaridad regional o un mayor control de inmigración?


En los últimos días, los medios de comunicación han hecho público (ya sea por un afán investigativo o de modo accidental) una realidad patente y que como cual globo, se va inflando e inflando cada vez más. Estamos hablando de la gran cantidad de inmigrantes que se encuentran en nuestro país. Entre las últimas estadísticas se vislumbran Santiago y Antofagasta como las ciudades que más inmigrantes acogen a lo largo de nuestra larga y angosta faja de tierra. Mientras que en Santiago, la presencia peruana, argentina y europea (en menor grado) representan la inmigración, en Antofagasta, lo hacen bolivianos, peruanos y últimamente colombianos y ecuatorianos. Lo anterior, nos muestra por un lado, la excelente imagen que tiene Chile en la región en cuanto a oportunidades y posibilidades de surgir individualmente (aunque no se demuestre en los chilenos y chilenas que nacen, viven en Chile, y que no pueden encontrar trabajo); pero por otro lado, nos muestra como un país demasiado abierto en cuanto a inmigración y que apela a la buena fe de los que llegan y a que nuestro país mágicamente cree más viviendas (como si fuera tan fácil, sino pregúntenle a los de las casas “Chubi” o los de las casas “Copeva”) y explote más terrenos para dar cabidas a todos los que quieran llegar.

En otro ámbito, esta gran imagen que tenemos hacia el exterior, contrasta con lo que ocurre al interior de nuestro país, donde la tasa de desempleo está en un 9.1%, y donde, la educación, salud, y delincuencia son temas de constante mejoría y preocupación. Si bien sectores del país defienden las políticas de inmigración (que digamos que no existe una política completa de inmigración, ya que Chile históricamente ha sido un país exportador de gente, más que destino de inmigración, por lo que se puede decir que lo pilla desprevenido) fundamentándose en conceptos más emotivos y éticos que racionales; ya que señalan que: durante la dictadura muchos países, entre ellos nuestros países hermanos, nos acogieron, nos ayudaron y nos protegieron, dándonos salud, trabajo, educación, hasta éstos días; por lo que hay que devolverles la mano. Junto con lo anterior; se plantea que un mayor control, involucraría un cierto ejercicio de “Casting” de personas que quieren ingresar, lo que causaría cierta discriminación sobre ciertos extranjeros o ciertas personas por su condición, sexo, estirpe, o por el mismo motivo del viaje.

Sobre esto, se debe entender que tal ayuda no es comparable, ya que fue en un período de exilios y ataques políticos llevados a cabo por el estado chileno, lo que obligo al asilo (figura que no es lo mismo que la residencia, ya sea temporaria, perpetua, etc.); por otra parte, Chile siempre se ha mostrado abierto a recibir a personas que sin tener conflictos políticos ni bélicos; llega con esperanza de mejores perspectivas de vida; pero hoy en día existen países como España, Estados Unidos, y otros en Europa, que prohíben y restringen la llegada de extranjeros, sin que por eso, sean racistas, xenofóbicos, entre otros; ¿Por qué nosotros sí lo seríamos?

Si nuestro país, ya tuvo en su momento problemas para otorgarle facilidades de vida a los Croatas que llegaron del conflicto de Kosovo, llegando incluso a ser promesas incumplidas; si hace algún tiempo tuvo una mayor capacidad de organización para recibir a las personas de oriente en la zona centro-norte del país, y darles mayores facilidades (aunque también se presentaron ciertos problemas); ¿Por qué verse obligado a ayudar a terceros cuando a pena puede mantener una estabilidad interna (socialmente hablando –salud, educación, trabajo-)? He aquí que se me forma una interrogante, si el estado es capaz de organizar toda una maquinación a favor de un conjunto de extranjeros afectados por ataques bélicos, ¿Por qué, no se puede llevar a cabo, la misma organización para encontrarle trabajo a poco menos de 1.500.000 personas, o por lo menos a gran parte de ellas?

Concluyendo; el haber sido recibidos en tiempos de conflicto para muchos compatriotas, no es excusa, para que no se pueda llevar a cabo una legislación sobre inmigrantes, donde se pueda controlar los tiempos de estancia, fiscalizar y regularizar la situación de muchos inmigrantes; no solo para seguridad de nosotros, los miembros de esta nación, sino que para seguridad de ellos mismos, quienes muchas veces sufren cómo la condición de inmigrante ilegal y derivados, los deja en desmedro en relación a los demás, producto del miedo de verse involucrados en situaciones que puedan llevar a su expulsión.

Vale también la reflexión de que los constantes incendios provocados en el casco histórico de la ciudad de Santiago, causados por la sobrecarga de electricidad realizado por la gran cantidad de gente que vive hacinada en un espacio reducido; se podrían evitar con una buena política de inmigración, que por medio de éstas fiscalizaciones revise las condiciones de vida y laborales de los inmigrantes. Mal que mal, al reducir y ser exigentes en la cantidad de inmigrantes que lleguen, no sólo exigimos, sino que al mismo tiempo nos debemos comprometer con que el aporte que realicen a nuestro país, sea retribuido por medio del buen trato, y de las buenas condiciones de vida.

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