lunes, 25 de enero de 2010

¿Ideología o Nación?


Con el triunfo del pasado Domingo 17 de enero, del candidato de la “Coalición por el Cambio”, Sebastián Piñera; se concreta una idea que está dando vueltas en el 48.39% de los chilenos que no confiaron y no quisieron a Piñera como líder político de la nación. Ésta idea o interrogante tiene directa relación a: ¿“Hasta qué límite la ideología partidaria se antepone al bien común o a la voluntad general del pueblo”?. Hay que tener en cuenta que esta premisa agarra fuerza, cuando el candidato elegido (e incluso el no elegido también) no poseen del apoyo mayoritario del pueblo chileno, aunque los números digan lo contrario.

Esta ilegitimidad en la que me baso, se sustenta en un ámbito material y abstracto; por un lado material o matemático, este 51.6% de los votos, equivale a un 49.8% (incluyendo nulos y blancos). En este aspecto es bueno señalar que si bien, los votos nulos y blancos se excluyen por ley, éstos son igualmente importantes, ya que reflejan el descontento de las personas por uno u otro candidato. Además vale decir que uno de los motivos de la reglamentación de que se excluyeran los votos blancos y nulos, proviene del interés del gobierno militar por obtener popularidad (aunque sea fantasmagórico) o dar una señal pública de mayor legitimidad (tanto al interior de la nación, como hacia el exterior), ya que si sumáramos al total, los votos blancos y nulos, nos encontraríamos con una ilegitimidad del poder militar.

Por otro lado; desde un punto de vista abstracto, subjetivo; encontramos que para nadie es un misterio, que en las pasadas elecciones ganó el “menos malo” (Según los resultados); ya que mucha gente, gente que -mal que mal- fue quien hizo la diferencia hacia uno u otro bando político, no votaba con gusto, sino que por el menos desagradable.

Basados en esta ilegitimidad sustentada en los componentes ya mencionados y al cambio ideológico que sustentó nuestra sociedad durante los 20 años de democracia de nuestro país, es que volvemos a la pregunta inicial ¿Hasta qué límite la ideología partidaria se antepone al bien común o a la voluntad general del pueblo?

Esta pregunta, está directamente referida al hecho de hasta dónde una nación es gobernada por un representante de la soberanía popular, o un representante de su partido o alianza política; más aun cuando se genera un cambio en la ideología política del Presidente, lo que perfectamente se puede expresar no sólo en una condición distinta, sino que también en prioridades e intereses distintos. Es así como hay que hacer una distinción entre intereses comunes, producto del miedo o intereses propios de la sociedad; e intereses “particulares pro- sociedad”, los que si bien no son tan necesarios, si involucran un mejor o peor, y más o menos rapidez en el desarrollo de la nación.

Pasa a ser una obviedad, dentro de los temas de interés general, tópicos como la delincuencia, la salud, la educación, el desempleo y la pobreza entre otros. En otro ámbito, tópicos propios de la evolución y desarrollo tanto intelectual, como en lo relacionado a la tolerancia y pluralismo son necesarios de un impulso y de una fuerte señal por parte del ejecutivo. Lo anterior, podría significar un retroceso en el desarrollo de la mentalidad en cuanto a derechos de minorías sexuales, posibilidad de elección a las mujeres y a toda persona en cuanto a su vida, y otros temas en los cuáles el mundo en su gran totalidad a entendido que la religión (sumamente seguida, protegida y amparada por el conglomerado oficial electo) ya no puede inmiscuirse en la vida personal del pueblo, sino que debe abocarse a seguir como orientador y sanador de la moral y del fuero interno de los individuos.

Por su parte es legítimo, que se tome a personal este artículo, como una crítica y una puesta en duda exagerada hacia las intenciones del reciente Presidente de Chile, Sebastián Piñera, pero se debe entender que esto surge del cambio ideológico que sufrirá la nación, más que de quién está o no en el gobierno. No puede ser una sorpresa para nadie, el hecho de que nuestro país y el mundo está en un proceso de constante evolución y apertura, propia del liberalismo, hacia la tolerancia y el pluralismo; por lo que creo que para el pueblo es interesante que se sepa quién prevalecerá en las toma de decisiones… ¿La nación o el conglomerado político?

Si bien, muchos pueden señalar que en el momento de elegir a un candidato se están eligiendo también sus ideales, no es menos cierto que en este caso, gran parte de esa suposición queda obsoleta, ya que como planteamos al comienzo de esta columna, el candidato elegido –en cierta parte- no fue elegido, sino que fue “aceptado” (aceptado como el menos malo).
Es por esto, que es necesario que no sólo el Presidente Piñera vele por los intereses nacionales por sobre el ideal de su conglomerado político, sino que se instaure la mentalidad de que toda aquella autoridad que asuma un cargo de representación popular, debe entender que en el momento de asumir, no es un militante político, sino que es el representante de toda una nación, la que debe ser escuchada, respetada y ayudada sin distinción de sexo, estirpe o condición personal.

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